HISTORIA

El romance entre una periodista y un gobernador que nos legó “Peregrina”

El idilio entre la periodista californiana Alma Reed y el gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto terminó en enero de 1924, cuando él fue fusilado en Mérida por tropas delahuertistas, pero dejó como legado la canción “Peregrina”

ESTILO DE VIDA

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Mural en Salón de Consejo Universitario, en Mérida; tiene al centro la figura de Felipe Carrillo Puerto con los brazos abiertos.Créditos: FB: Mérida en la historia

Alma Reed, una periodista californiana, inspiró la canción “Peregrina”, un encargo del gobernador de Yucatán y héroe de la Revolución Mexicana, Felipe Carrillo Puerto; la pieza es del poeta Luis Rosado Vega y del maestro de la trova Ricardo Palmerín, y el objetivo era plasmar una muestra de su amor.

Peregrina es una canción de 1923, adjudicada al maestro de la trova Ricardo Palmerín, cuya letra fue un encargo que el gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto, hizo como regalo para la periodista Alma Reed, corresponsal del New York Times, quien se encontraba en la península cubriendo la reconstrucción de las zonas arqueológicas.

En 2023, Peregrina, pieza icónica de la trova yucateca, cumplió 100 años y retrata un amor que quedó para la eternidad. Cuenta cómo una joven y feroz activista social, corresponsal del New York Times en Yucatán, México, se enamoró del «Dragón Rojo de los ojos de jade»; entonces gobernador de las tierras del Mayab y antiguo revolucionario, quien quedó perdidamente enamorado de ella desde que la vio.

¿Quién fue Felipe Carrillo Puerto?

Felipe Carrillo Puerto fue uno de los personajes más importantes de la historia de México, específicamente para la región de Yucatán. Nació el 8 de noviembre de 1874 y fue defensor de los derechos de los indígenas mayas, participó activamente en causas de la justicia y el equilibrio social.

Felipe Santiago Carrillo Puerto fue repartidor de ganado, conductor de trenes, arriero de mulas, periodista y posteriormente, se acercó al estado de Morelos; atraído por las acciones agrarias de Emiliano Zapata, junto a quien peleó en la Revolución Mexicana, participando en la repartición de tierras morelenses.

Después de regresar a Yucatán y comenzar una vida política activa, Felipe Carrillo Puerto comenzó una verdadera revolución en la península, en casi todos los campos de interés social y crecimiento económico. Fue diputado federal, escaló entre varios puestos y títulos políticos hasta llegar a gobernador, en 1922.

Tradujo la constitución al maya oralmente para los pueblos indígenas, con la intención de que estuvieran informados de sus derechos y que pudieran defenderlos. Promovió el inició de la sindicalización obrera en Yucatán. Durante su gobierno se repartieron 664 mil 835 hectáreas, beneficiando a más de 30 mil familias.

Fundó la Comisión Local Agraria, socializó la producción de los ejidos, restauró zonas arqueológicas y conectó a los poblados a través de nuevos caminos. Instauró el salario mínimo en Yucatán, promulgó leyes de prevención social, del trabajo, el inquilinato; acerca del divorcio, promocionó el control natal, instauró las bodas y los bautizos comunitarios.

También creó cooperativas de producción y consumo, abrió alrededor de 420 escuelas públicas, fundó la Universidad Autónoma de Yucatán; entre muchos otros adelantos sociales y económicos para la época.

Como gobernador, Felipe Carrillo Puerto conoció a la periodista estadounidense Alma Reed en 1923. Ese año , la corresponsal del New York Times cubría uno de los más importantes eventos arqueológicos en México hasta ese momento: La restauración de las zonas arqueológicas de la región Maya.

¿Quién fue Alma Reed?

Alma Marie Prescott Sullivan Reed nació en 1889 en San Francisco, California, en una familia irlandesa – escocesa. Fue defensora de los derechos humanos e incansable trabajadora por la justicia. Estudió historia y arqueología en la Universidad de Nápoles, en Italia, también estudió literatura clásica en la Universidad de Grecia.

A los 24 años, como periodista del San Francisco Hall, comenzó una columna dedicada a los sectores marginados de la población. Su trabajo social la llevó al caso de Simón Ruiz, mexicano menor de edad acusado de homicidio, a quien logró salvar de su sentencia. Desde entonces, quedó promulgada una ley en California que prohibió la pena de muerte para menores de edad.

El presidente Álvaro Obregón se enteró de esta acción y la invitó a visitar el país en 1922. Alma Reed viajó desde Ciudad Juárez hasta la Ciudad de México, una proeza para una mujer sola en aquella época. Conoció el país, su historia y su cultura, y se enamoró de un territorio que atravesaba un cambio crucial  después de la revolución mexicana.

Conoció al muralista José Clemente Orozco cuando pintaba los murales de la Escuela Nacional Preparatoria. Su relación personal y profesional rindió tales frutos, que Reed fue determinante para el reconocimiento de José Clemente Orozco en Estados Unidos.

Las primeras impresiones de Alma Reed en México fueron inmortalizadas en el periódico Excélsior“México debería ser la meca de los artistas del mundo. Aquí, cada objeto y cada escena es razón suficiente para el arte y la belleza”

Adolph Ochs, del New York Times, le prometió a Alma Reed que volvería a México para cubrir la expedición que el Instituto Carnegie llevaría a cabo en Chichén Itzá, bajo la tutela del arqueólogo Sylvanus Morley.

El primer encuentro

Alma Reed y Felipe Carrillo Puerto se conocieron el 14 de febrero de 1923, en una recepción organizada para los yucatólogos, así llamados por la prensa local.

En algunas de las cartas y declaraciones de Alma Reed rescatadas a lo largo del tiempo, existe una narración de su primer encuentro con Carrillo Puerto y cuentan que la periodista, después de conocer a quien llamaban el Dragón Rojo de los ojos de jade, se acercó al general brigadier William Barclay Parsons, ingeniero de vías férreas, miembro de la junta directiva del Instituto Carnegie y creador del tren subterráneo de Nueva York, para comentarle su sorpresivamente embriagadora primera impresión.

Reed cuenta que Parsons le dijo “Éste es sin duda, el dragón rojo más atractivo que yo haya visto en cualquiera de mis safaris ¿A usted qué le pareció, jovencita?”. En sus cartas, Alma Reed dice que le respondió “Él es mi idea de un dios griego”.

Desde ese momento, ninguno de los dos ocultó sus sentimientos y se mostraron como pareja.

En el verano de 1923

Según el autor de la letra de la canción Peregrina, Luis Rosado Vega, poeta, escritor, periodista y político mexicano de Chemax, Yucatán, la canción nació en el verano de 1923 a petición del gobernador Felipe Carrillo Puerto, derivado de su genuina admiración por Reed.

Rosado Vega relató que acababa de llover y la noche se sentía próxima y fresca. Transitaban por el suburbio de San Sebastián hacia la casa del maestro Filiberto Romero, entonces director de la Escuela de Música de Yucatán, cuando la periodista destacó el aroma del ambiente. El escritor ha dicho que le respondió “Todo perfuma, porque usted va pasando”. Felipe Carrillo Puerto intervino, según el escritor, y le pidió poner sus palabras en una canción.

Luis Rosado Vega tenía una entrañable amistad con el maestro de la música Ricardo Palmerín, autor y compositor de trova yucateca.

Acerca de la canción, Alma Reed relató en una carta cómo fue que Felipe Carrillo Puerto encargó la pieza:

Cuando salimos del Museo Arqueológico con rumbo a la pequeña fonda ubicada lejos del Paseo Montejo y en un ambiente tropical —Felipe la recomendaba ampliamente por su extraordinario pollo p’bil y por sus sorbetes, que eran mis preferidos- el poeta me dijo que también tenía una sorpresa para mí.
‘Espero que la sorpresa le agrade’ me dijo. Es una canción compuesta con cariño y admiración. Desde el momento en que nos conocimos supe que debía escribirle una canción. Pero sólo me corresponde la mitad del crédito por el resultado de mi impulso. Verá, no tomé la decisión solo… En cuanto se me ocurrió esa idea, nuestro buen amigo aquí, Don Felipe, concibió la misma idea. Y en nombre de nuestro largo compañerismo, me suplicó que le escribiera y le dedicara a usted ‘la verdadera obra maestra’ de mi carrera.
No sólo me dio el título: La peregrina; sino que, durante estos días, en los que ha desahogado conmigo los pensamientos y sentimientos que tiene por usted, me ha provisto también, sin querer, con muchos de los matices y frases que la componen. Así que ahora, señorita Alma, usted va a ser la Peregrina; y, muy pronto, nuestras palabras van a tener acompañamiento musical.’
‘Sí, muy pronto’, añadió Felipe, rebosante de alegría ante la expectativa. Palmerín, el mayor compositor de Yucatán, ya está trabajando en la música. Ya conoces algunas de sus canciones: Mi guitarra, El rosal enfermo, Las golondrinas… las que Alfonso ha cantado para ti. Pero creo que Palmerín se va a superar a sí mismo con tu canción.’
En cuanto nos sentamos en la mesa de la terraza de la fonda enmarcada por palmeras, le supliqué a Don Luis que recitara los versos de mi canción. Mientras leyó La peregrina de una hoja escrita a mano, me pareció escuchar en su voz ronca algunos de los matices nostálgicos de las serenatas en tono menor de Alfonso.
Cuando terminó, me entregó el manuscrito con una reverencia al estilo de la galantería española quijotesca. Leí de nuevo las frases que exaltan mis ojos ‘claros y divinos’, mis ‘labios purpurinos’, mi ‘semblante encantador’, y mi ‘radiante cabellera como el sol’ y, al igual que le hubiera sucedido a cualquier otra mujer joven en circunstancias similares, me sentí profundamente complacida de que el poeta, cuyo trabajo tanto admiraba, me hubiera descrito en términos tan resplandecientes.
Sin embargo, a pesar de los cumplidos y de las metáforas halagadoras, la canción misma no me hacía sentir alegre. No lograba comprender cómo era posible que esos sentimientos amorosos no despertaran una respuesta de dicha en mi corazón y cómo, en lugar de eso, me entristecía; pero pronto me di cuenta de que la alusión a una añoranza insatisfecha; la profecía implícita de la separación y el énfasis que ponía en las enormes distancias entre ‘la nieve virginal’ de mi ‘tierra lejana’ y los ‘palmares’ y ‘las flores de nectarios perfumados’ de la ‘tierra tropical’ de Felipe, evocaban la tristeza que se experimenta al separarse por siempre del ser amado.
Sentí ganas de llorar —aunque logré poner una sonrisa en mis labios— cuando comprendí que esas palabras mostraban la profunda resignación que se origina frente a la imposibilidad; y que la petición reiterada de Felipe en los últimos versos no hacía más que enfatizar: ‘No te olvides, no te olvides de mi tierra, no te olvides, no te olvides de mi amor’.
Esa noche, fui con Felipe y Don Luis a la modesta casa de Ricardo Palmerín, ubicada en una colonia pobre de las afueras de Mérida. En un jardín fresco, iluminado por la luz de la luna, Felipe y yo nos sentamos debajo de unos naranjos en flor, en una banca frente a la puerta abierta del pequeño estudio austero del compositor.
Dentro, Palmerín estaba tocando un piano vertical y Don Luis estaba de pie, a su lado, escuchando con toda resolución las varias frases musicales que el teclado murmuraba en una rápida sucesión melódica. Pero ninguno de los muchos acordes hermosos resumieron, en los oídos sensibles de los dos jueces, la determinación ‘inevitable’ de que serían el tema de La peregrina.
El músico, un hombre bajito y corpulento —que por su expresión apacible, su porte sereno y su bigote negro arreglado parecía más un médico o un miembro de la profesión legal que un experto tejedor de la tela sutil del sonido etéreo—, aceptó sin despecho el veredicto desfavorable. De hecho, nos aseguró que el ánimo y el ritmo correctos estaban ya gestándose dentro de él y nos pidió que regresáramos después; Felipe le dijo que volveríamos en una semana.

Planes truncados

El amor entre Alma Reed y Felipe Carrillo Puerto ardió de tal manera, que se comprometieron y decidieron casarse en San Francisco, California.

Pixán Halal, como Carrillo Puerto llamaba a Alma Reed en maya yucateco, ensayaba para el día de su boda cuando recibió la noticia de que a su prometido lo habían fusilado el 3 de enero de 1924, como consecuencia del levantamiento que el expresidente interino Adolfo de la Huerta había encabezado, asesinando a todos los políticos de peso que apoyaban a su rival  Álvaro Obregón y al predilecto Plutarco Elías Calles.

Después, Alma Reed viajó a África para escribir sobre unas excavaciones que un noble polaco llevaba a cabo. En 1927 encontró cobijo con una amiga de la infancia en Grecia; donde participó de manera activa en la restitución de la cultura griega a sus verdaderos herederos.

En 1928, Alma Reed se trasladó a Nueva York, en donde recibió un mensaje que decía que José Clemente Orozco vivía en Manhattan y estaba muy desanimado, pues no podía incursionar en el mundo artístico de la ciudad. Alma Reed ayudó a Orozco a poner su primera exposición, para después comprar su propia galería y así, exponer las obras de su amigo y otros artistas mexicanos.

Alma Reed fue una apasionada por la cultura mexicana, una mexicana que nació en otro lugar del mundo. Dedicó su vida a hablar sobre México, sus raíces, su historia, el arte y la arqueología mexicana; sus libros Mexican Muralists (1961) y El pasado remoto de México (1966) son grandes ejemplos de su amor por nuestro país. En su vida también fue una apasionada por el Mundo Griego.

En 1952, Alma Reed se quedó a vivir en México. En 1961, se convirtió en la sexta mujer condecorada con la Órden del Águila Azteca, en reconocimiento a su contribución a la cultura mexicana durante casi medio siglo. Ese mismo año, fue aclamada con la Orden de la Beneficencia de la República Griega, en reconocimiento a su crucial participación para el rescate de la Cultura Clásica Griega.

Alma Reed falleció el 20 de noviembre de 1966, en el aniversario de la Revolución Mexicana. Su amigo Joe Nash, periodista estadounidense radicado en México, dijo que esta fecha era la que Reed tenía en mente para terminar su carrera de militante.

Los restos de Alma Reed fueron frente a los de Felipe Carrillo Puerto en el espacio dedicado al prócer, en el cementerio general de Mérida, bajo la fresca sombra de un árbol. En el Día de Muertos en Yucatán sus recintos se llenan de arreglos flores y se escucha a la gente contar la historia de aquel amor que nació entre trova, romance y revolución.

 

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