El Día de Darwin se conmemora el 12 de febrero, para recordar el nacimiento de Charles Darwin en el año 1809, además de reivindicar la vida y obra de uno de los científicos más importantes del siglo XIX y de dar a conocer su gran aportación a la ciencia en general.
Charles Darwin fue un amante de la naturaleza. Un niño soñador, solitario y diferente a los demás, que pasaba horas creando un mundo imaginario y lleno de fantasía.
Esta abstracción en la que vivía sumergido, es la que más tarde, lo conduciría a realizar grandes hallazgos y a ser considerado un verdadero genio.
Charles Darwin tuvo algunas ideas bastante buenas. La más famosa es la teoría de la evolución por selección natural, que explica gran parte de lo que sabemos sobre la vida en la Tierra.
En una apresurada carta que escribió para un amigo, presentó una idea sobre cómo podría haberse formado la primera vida.
Aunque es conocido como el padre de la teoría de la evolución, Darwin no fue el primero en proponer que las especies evolucionan. La idea de que las poblaciones de animales cambian con el tiempo, por ejemplo, que las jirafas de hoy tienen el cuello más largo que sus antepasados lejanos, se discutió mucho en el siglo XIX.
Pero la contribución clave de Darwin fue esbozar un mecanismo de evolución: la selección natural.
La idea es que los animales de una especie compiten entre sí por comida, refugio y por la capacidad de reproducirse. Solo los más aptos, es decir, aquellos que se adaptan mejor a su entorno, lograrán reproducirse, por lo que sus rasgos se transmitirán a la próxima generación y se volverán más comunes.
Entonces, si tener un cuello largo es útil para las jirafas, a lo largo de generaciones las jirafas con cuellos más largos proliferarán hasta alcanzar la longitud óptima del cuello. Darwin expuso esto en su obra de 1859 "Sobre el origen de las especies".
La evolución nos dice que las especies aparentemente distintas son parientes lejanos, descendientes de un único ancestro compartido. Por ejemplo, nuestros parientes vivos más cercanos son los chimpancés: el antepasado común que compartimos vivió hace al menos siete millones de años.
Además, cada organismo vivo desciende en última instancia de una única población ancestral: el Último Ancestro Común Universal (LUCA, por sus siglas en inglés), que vivió hace más de 3.500 millones de años cuando se formó el planeta.
Sin embargo, la teoría de la evolución no nos dice nada sobre cómo se formó la primera vida: solo nos dice cómo y por qué cambia la vida existente.
La investigación sobre el origen de la vida no comenzó realmente hasta la década de 1950, cuando muchos científicos sospechaban que la vida comenzó en los océanos. La idea era que muchas sustancias químicas que tenían como base el carbono se formaron en la Tierra se disolvieron en el océano, que se volvió espeso: la llamada "sopa primigenia".
Esto fue propuesto en la década de 1920 por un biólogo soviético llamado Alexander Oparin. En 1953, un joven estudiante estadounidense llamado Stanley Miller demostró que los aminoácidos, los componentes básicos de las proteínas, podían formarse en un aparato simple que imitaba el océano y la atmósfera primigenias.
La idea de que la vida comenzó en el océano prevaleció durante décadas, pero había un problema obvio: los océanos son enormes, por lo que, a menos que se produzcan sustancias químicas a base de carbono en cantidades asombrosas, quedarían a la deriva durante años y nunca se encontrarían.
Una alternativa muy discutida es que la vida podría haber comenzado en respiraderos alcalinos como los de Ciudad Perdida en el Atlántico medio.
Allí, el agua caliente y rica en minerales del fondo del mar supura a través de las rocas y forma misteriosas agujas blancas. Los respiraderos son una rica fuente de energía química que podría haber alimentado a los primeros organismos.
Pero según un nuevo estudio, "la síntesis directa de aminoácidos o nucleobases", que son cruciales para la vida tal como la conocemos, "aún no se ha demostrado" en condiciones de ventilación alcalina.
Eso nos lleva de regreso a Darwin.
Darwin nunca escribió en sus libros sobre cómo comenzó la vida, pero especuló al respecto en privado.
El documento clave es una carta fechada el 1 de febrero de 1871 que le escribió a un íntimo amigo, el naturalista Joseph Dalton Hooker. Esta carta tiene ahora casi 150 años.
En cuatro párrafos difíciles de leer debido a la caligrafía de Darwin, esbozó los inicios de una hipótesis:
"A menudo se dice que ahora están presentes todas las condiciones para la primera producción de un ser vivo, lo que podría haber estado presente alguna vez. Pero si (y oh, qué gran si) pudiéramos concebir en algún pequeño estanque cálido con todo tipo de amoníaco y sales fosfóricas, luz, calor, electricidad presentes, que un compuesto proteico se formó químicamente, listo para sufrir cambios aún más complejos, en el presente, tal materia sería devorada o absorbida instantáneamente, lo que no habría sido el caso antes de que se formaran las criaturas vivientes".
Esto requiere un poco de desenredo, en parte porque varias ideas están atascadas: se lee como si Darwin estuviera pensando en su hipótesis incluso cuando la escribió. Pero la idea central es bastante simple: Darwin proponía que la vida pudo comenzar no en el océano abierto, sino en una masa de agua más pequeña en tierra, que era rica en sustancias químicas.
Esta es, en esencia, la idea primordial de la sopa, pero con una ventaja: en una piscina, cualquier sustancia química disuelta se concentra cuando el agua se evapora con el calor del día.
La síntesis inicial de las sustancias químicas de la vida estaría impulsada por alguna combinación de luz, calor y energía química.
La idea de Darwin es incompleta. Estaba escribiendo antes del descubrimiento de ácidos nucleicos como el ADN; antes de que los biólogos entendieran cómo funcionan los genes y cuando el funcionamiento interno de las células vivas era un misterio.
Darwin imaginaba que la vida comenzaba con una proteína, pero nadie sabía realmente qué eran las proteínas, porque en 1902 se entendió que las proteínas son cadenas de aminoácidos.
Pero el mismo esquema básico todavía se sigue en la actualidad, y muchos investigadores están convencidos de que esa es la mejor explicación que tenemos del origen de la vida.