PINTURA

La Península de Yucatán fue la cuna del más grande impresionista mexicano

El movimiento artístico impresionista nació en 1874, cuando la primera exposición de los integrantes de la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores fue inaugurada en París; en México, la reverberación impresionista alcanzó a Joaquín Clausell

ESTILO DE VIDA

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El cuadro Impresión, sol naciente, de Claude Monet, dio origen al nombre de la corriente pictórica impresionista.Créditos: Especial

Un comentario burlón y despectivo sobre el cuadro Impresión, sol naciente, de Claude Monet (“Impresión, estaba seguro de ello, debe haber alguna […] ahí. ¡Y qué libertad, qué facilidad de ejecución! El papel pintado en su estado embrionario está más acabado que esta marina”), escrito por el crítico de arte Louis Leroy y publicado en el periódico Le Chivari, dio nombre a uno de los movimientos artísticos más relevantes e influyentes de la segunda parte del siglo XIX: el impresionismo.

Esta pieza formaba parte de la primera exposición de los integrantes de la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores, entre cuyos integrantes figuraba el propio Monet, además de Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas, Camille Pissarro, Paul Cézanne, Alfred Sisley y Berthe Morisot, entre otros. La muestra estuvo abierta al público del 15 de abril al 15 de mayo de 1874 en el antiguo taller del fotógrafo Nadar, en el número 35 del Boulevard des Capucines, en el IX Distrito de París.

“Más allá del origen del término con que se le conoce, el impresionismo surgió no a partir de un manifiesto o una serie de premisas, como el futurismo, el surrealismo y otras vanguardias, sino de un modo más o menos espontáneo. En todo caso, el denominador común de todos sus integrantes fue su abierto antiacademicismo”, señala Sandra Zetina, especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

Bailarinas en rosa, antes del ballet, de Edgar Degas

Salón de los Rechazados

El Salón de París era la exposición de arte oficial que desde 1725 organizaba, cada año, la Academia de Bellas Artes de la llamada Ciudad Luz. “Basado en un juicio muy académico, un jurado dictaminaba qué pintores podían exhibir, qué obras se quedarían en el Salón y cuáles se pondrían a la venta; porque recordemos que, además de los artistas, asistían coleccionistas, marchantes e individuos que querían encargar una pintura determinada”, comenta la investigadora.

Sin embargo, desde 1863, por iniciativa de Napoleón III, comenzó el Salón des Refusés (Salón de los Rechazados), que aglutinaba a los artistas que no eran admitidos en el Salón de París.

“Inspirados por el Salón de los Rechazados, Monet, Renoir y compañía decidieron exhibir sus obras en el antiguo taller de Nadar. Los movía el afán de, por un lado, ir en contra del denominado art pompier (‘arte bombero’), muy burgués, casi fotográfico, que impulsaba y apoyaba la rancia Academia, y, por el otro, hacer uso de una plena libertad creadora.”

De acuerdo con Zetina, otro de los rasgos característicos de los impresionistas es que tenían más interés en el color que en el dibujo.

“A ellos les atraían mucho las investigaciones sobre la física y la fisiología del color, así como el impacto de la luz sobre los objetos y los distintos colores. De ahí que, bajo la influencia decisiva de Turner y Delacroix, trataran de captar la luminosidad y las variaciones de color; es decir, la impresión visual de un momento, más que la realidad objetiva”, añade.

Escándalo

Aunque esa primera exposición en el antiguo taller del fotógrafo Nadar no reunió a todos los impresionistas (quienes pintaban con ese estilo 10 o 15 años antes), la crítica se escandalizó con lo que vio: la brillantez y el contraste de los colores.

“Incluso hubo quien dijo que la totalidad de esos cuadros integraba algo realmente desagradable, algo así como un vómito, porque era justo lo opuesto a lo que estaban haciendo los miembros de la Academia: pinturas bien moduladas, elaboradas con paletas que permitían pasar de un tono a otro sin violencia. Para el ojo de la época fue en verdad chocante enfrentarse a esos contrastes de color y a los temas abordados por los impresionistas”, indica.

Pintar al aire libre

El plenairismo (del francés plain air, “aire libre”) –o sea, pintar al aire libre, tomando como inspiración los elementos y matices de la naturaleza– fue una práctica muy recurrente de los impresionistas y dio pie a la creación de nuevos materiales (óleos) envasados en tubos colapsibles, lienzos preparados, caballetes transportables y las cajas para pintar al aire libre.

Los impresionistas no sólo pintaron paisajes naturales, sino también bodegones o naturalezas muertas y escenarios populares como cafés, cabarés o prostíbulos de París, la ciudad cosmopolita por excelencia en esa época.

“Ahí está, por ejemplo, el cuadro Un bar del Folies Bergère, de Édouard Manet. Por lo demás, las pinturas impresionistas parecían inconclusas o en proceso de elaboración; pero en realidad hay mucho trabajo detrás de ellas. Están hechas con pinceladas muy libres que el espectador reconoce de inmediato”, refiere la especialista universitaria.

Reverberaciones en México

El impresionismo también tuvo reverberaciones en nuestro país. Joaquín Clausell fue el pintor mexicano que mejor absorbió la esencia de este movimiento artístico.

“Asimismo, en algunos cuadros de José María Velasco, como Bahía de La Habana, de 1889, y de Diego Rivera, Paseo de la Castañeda, de 1904, se pueden percibir ciertas estrategias y huellas impresionistas”, concluye.

El estudio de Joaquín Clausell, en el Museo de la Ciudad de México.

Joaquín Clausell, pintor autodidacta que adoptó las bases formales del impresionismo nació el 16 de junio de 1866 en Campeche y aprendió a dibujar a muy temprana edad. En 1883 fue expulsado del Instituto Campechano, donde cursó la secundaria y la preparatoria. Tenía 20 años cuando viajó a la Ciudad de México, en donde ingresó a la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

Sus paisajes enriquecidos con una gran cantidad de colores, destacaban su visión particular sobre los efectos de la luz en los contornos. En su obra predominan las formas vigorosas, una fuerte carga emocional y el uso de colores puros.

Debido a sus ideas políticas fue desterrado, por lo que viajó a Europa, y ahí aprovechó para conocer el impresionismo, estilo que desarrolló desde 1904 por influencia del pintor Gerardo Murillo, el Dr. Atl, con quien renovó la pintura paisajista en México.

Entre sus obras se destacan: Fuentes brotantes, en otoño, Fuentes brotantes (con personajes); Fuentes brotantes (bosque azul); La ola roja, Camino al bosque, Canal, El pedregal, Canal de Santa Anita, Marina, Nube verde y Paisaje, entre otras.

El Museo Nacional de Arte del INBAL resguarda dentro de su colección diversas piezas del creador, entre las que sobresalen El pedregal, Nube verde y Marina. Esta última, parte de la serie de óleos homónima, representa un ejemplo de la forma en la que el artista capturaba el instante a través de la plástica gracias a su mirada curiosa y a su profunda comprensión de la naturaleza. En esta serie se muestra la violencia de las aguas mediante una exaltación de azules, rojos y blancos que irrumpen para brindar a la escena un carácter contundente y dinámico, y al mar, fuerza y pasión.

Aunque muchas de sus piezas no fueron firmadas ni fechadas, cuenta con una vasta producción que puede ser clasificada en tres momentos temáticos: el caracterizado por paisajes de valles, montañas y bosques; el conformado por ríos, lagunas, cascadas, costas, acantilados y olas, y en el que se agrupan los numerosos óleos de su estudio con temas diversos.

Su huella en la Ciudad de México

En el piso más alto del antiguo palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, hoy Museo de la Ciudad de México, se esconde una joya: el Estudio de Joaquín Clausell (1865-1935); las paredes están llenas de cientos de pinturas con distintos motivos y figuras como rostros humanos y seres mitológicos.

Se cree que Clausell usaba las paredes de su estudio para hacer pruebas de color o quitar el exceso de pintura de sus pinceles cuando realizaba sus obras de caballete, lo cual originó el collage con más de mil bocetos, por lo que el espacio también es conocido como la torre de las mil ventanas.

Estudio de Joaquín Clausell, en el Museo de la Ciudad de México.

El estudio tiene un aire onírico cargado de simbolismo y es testimonio perpetuo de la creatividad y estilo del maestro del impresionismo mexicano. Ahí, Clausell era visitado por sus amigos Diego Rivera, Juan O'Gorman, Nahui Olin y Gerardo Murillo (Dr. Atl).

José Joaquín Quirico Marcelino Clausell Franconis nació en 1865 en Campeche. Desde temprana edad tuvo facilidad para el dibujo y fue uno de los primeros caricaturistas en su estado natal. En 1893, junto con Francisco Blanco, fundó el periódico El Demócrata; a partir de los 35 años se dedicó totalmente a la pintura.

La visita al Estudio de Joaquín Clausell es permanente. El Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30, Centro Histórico) abre de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.

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