En la costa occidental de Yucatán, el municipio de Celestún ha iniciado un ambicioso proyecto de restauración ecológica y pesquera con el objetivo de recuperar especies marinas en peligro, especialmente el pepino de mar, cuya sobreexplotación durante la última década provocó un grave desequilibrio ambiental. La comunidad pesquera, en colaboración con el Cinvestav del Instituto Politécnico Nacional, trabaja activamente en la repoblación de esta especie, símbolo de una actividad económica que alguna vez floreció en la región.
El punto de partida fue la declaratoria del área marina frente a Celestún como Zona de Refugio Pesquero (ZRP), en octubre de 2019. Esta figura legal busca proteger procesos vitales como la reproducción, el crecimiento y la dispersión larval de diversas especies, incluyendo langosta, pulpo, mero y, por supuesto, el pepino de mar. El objetivo es permitir que estos organismos se desarrollen sin la presión de la pesca indiscriminada y así restaurar los ciclos ecológicos marinos.
El esfuerzo no es menor: alrededor de mil pescadores agrupados en 64 cooperativas han apostado por dejar de capturar especies valiosas con el fin de regenerar los ecosistemas marinos. La esperanza se concentra en el pepino de mar, especie que llegó a ser tan codiciada que su explotación desató conflictos sociales y un colapso ecológico en la zona. Hoy, Celestún busca demostrar que la conservación también puede ser una forma de sobrevivir.
Comunidad y ciencia: una alianza por el mar
El proyecto de recuperación del pepino de mar surgió a partir del compromiso de la comunidad pesquera de Celestún con la sostenibilidad. José Ricardo Novelo Chac, presidente de la ZRP, recordó cómo en 2010 la fiebre por el pepino de mar llevó a una explotación sin control que afectó a otras especies como el callo de hacha, el caracol rojo, la langosta y el mero. Tras años de escasez, los propios pescadores buscaron alternativas sustentables.
Fue entonces que, con el apoyo de biólogos y del Cinvestav, nació la idea de una zona de refugio pesquero. La estrategia consiste en recolectar ejemplares reproductores de pepino de mar que llegan con los temporales y entregarlos al instituto, donde se generan alevines en condiciones controladas. Estos juveniles son posteriormente liberados en el área protegida para que se reproduzcan de forma natural y sin amenaza humana.
“El pepino no se ha acabado, pero hay que dejarlo reproducirse. Queremos que regrese de manera natural”, señaló Novelo Chac. La comunidad ha asumido que no debe pescar esta especie, sino protegerla como un capital biológico clave para el futuro.
Riesgos, vigilancia y vedas: proteger antes que capturar
El camino hacia la recuperación del pepino de mar no ha estado exento de retos. Según Esther Yervez, buza y tesorera de la ZRP, durante un tiempo el proyecto fue detenido por temor a reactivar conflictos sociales en torno a su pesca ilegal. “Sabíamos que si regresaba el pepino, regresarían las redes y el buceo para capturarlo”, comentó. Sin embargo, la mejora en la vigilancia, la organización del equipo y la tecnología disponible les ha permitido retomar con fuerza este 2025.
Actualmente, el pepino de mar se encuentra en veda permanente, según confirmó Lila Frías, titular de la Secretaría de Pesca y Acuacultura del Gobierno de Yucatán. Su captura, comercialización y transporte están completamente prohibidos, y cualquier actividad relacionada se considera ilegal. Esto incluye desde el buceo hasta el uso de cualquier arte de pesca dirigido.
La apuesta de Celestún es clara: devolver al mar lo que se le quitó, restaurar su riqueza natural y asegurar un futuro digno para las familias que dependen de la pesca. El caso del pepino de mar se convierte así en un ejemplo de cómo una comunidad puede pasar del colapso a la regeneración mediante organización, ciencia y conciencia ambiental.