En la comunidad de Chicán, en el municipio de Tixméhuac, las manos hablan en maya, con una lengua de señas creada generaciones atrás para que las personas sordas pudieran comunicarse con su entorno social. Hoy, con ese sistema Chicán es un modelo de inclusión.
A 100 kilómetros de Mérida, Chicán tiene, de acuerdo con cifras oficiales, 705 habitantes y la población es de escasos recursos. En ese entorno nació la Lengua de Señas Maya Yucateca (LSMY). La comunidad aprendió a señar desde la infancia y lo hacen cotidianamente para comunicarse con familiares y amigos.
Es que en esa población de escasas centenas habitan casi 20 personas sordas que forman parte del pueblo sin distinciones. En datos duros, alrededor del 20 por ciento de toda la población es sorda, es decir, la mayoría de las familias tienen algún pariente con sordera.
La población de Chicán identifica a 17 personas sordas en el poblado que usan la Lengua de Señas Maya Yucateca, pero en realidad la dominan incluso quienes pueden oír. En la población hay sordos que se casaron con quienes no lo son por lo que sus hijos, aunque no tengan la discapacidad, aprendieron de manera natural este sistema de comunicación.
En el sitio, todo mundo los conoce e interactúan con ellos con soltura en la tienda, en la calle, en la plaza. Este modelo de integración despierta la curiosidad de investigadores.
Una de las hipótesis del alto número de pobladores sordos en Chicán lo atribuye a factores genéticos, por la endogamia, ya que el pueblo se fundó a partir de una familia que fue creciendo; sin embargo, las razones por las que hay muchos pobladores sordos es algo que no ocupa ni preocupa a sus habitantes.
El origen
La LSMY surgió en la década de 1930, por iniciativa de una mujer, para comunicarse con su hijo Teodoro Collí, el primer sordo registrado en Chicán, quien falleció en enero de 2020.
Cuando nacen más niños sordos, Teodoro, que ya tenía una lengua, la enseña y se va expandiendo.
Cuando Teodoro era niño, la comunidad tenía menos de 200 personas por lo que la lengua se dispersó muy fácilmente.
Los señantes de LSMY comparten un contexto sociocultural con la población mayahablante de Yucatán y, al no tener barreras lingüísticas, no existe exclusión: las personas sordas se casan con oyentes o con sordas y sus hijos, sordos o no, hablan la lengua de señas.
Al haber sido creada por una persona con la finalidad de comunicarse con su hijo, la LSMY tiene más que ver con la cultura maya que con el idioma maya. Por ejemplo, la seña para beber se relaciona con la jícara, cuya cáscara fue usada por el pueblo originario para tomar agua. El gesto simula que las manos sostienen ese recipiente semiesférico y se lo llevan a la boca.
También existen diferencias con los símbolos visuales de la Lengua de Señas Mexicana (LSM) en la cual los movimientos suelen ser rígidos o rectos. Los hablantes de Lengua de Señas Maya Yucateca parecen estar dibujando algo sobre el aire. Son señas con movimiento.
Con LSMY, la comunidad nombra los árboles y los animales de la región y pueden describir los procesos de cosecha y siembra.
Aunque el maya y la LSMY son diferentes, tienen similitudes: el sistema de numeración es de cinco en cinco y la concepción del tiempo no es lineal como en el pensamiento colonial, sino cíclica. Esto es algo que documentó el lingüista Olivier Le Guen: pues tanto en la lengua hablada, como en la lengua de señas el tiempo se basa en procesos y situaciones que se repiten.
Algo que llama la atención es la forma como se nombra mediante esta lengua a cada persona. En realidad, cada uno tiene una forma de identificarse, aunque no sea una formación literal del nombre.
Lenguas emergentes
Olivier Le Guen ha estudiado este fenómeno por décadas y escribió el libro “El habla de la mano: La Lengua de Señas Maya Yucateca y sus hablantes”, en el que expone que se asume que la lengua de señas es un sistema universal, pero en realidad cada país tiene sus sistema y hay lenguas de señas “emergentes” cuya importancia radica en que permiten entender cómo nace un lenguaje.
Plantea que lo interesante de las lenguas emergentes es que son muy recientes (entre una y tres generaciones) y son creadas por los usuarios sordos y sus familiares bilingües.
En segundo lugar son lenguas naturales como las lenguas habladas, pero tienen características especiales. Por ejemplo, en la lengua de señas hay más flexibilidad para usar la simultaneidad; esto es, que se pueden hacer dos señas al mismo tiempo utilizando ambas manos, cuando en una lengua hablada no es posible decir dos palabras al mismo tiempo.
En el caso de la Lengua de Señas Maya Yucateca, se puede definir como un lenguaje señado que se desarrolla en una comunidad de habla maya yucateca, es decir, que emerge de manera espontánea en comunidades mayas yucatecas donde nacen personas sordas.
Olivier Le Guen subraya que, de acuerdo con el “Atlas de las lenguas del mundo en peligro” de la UNESCO (Atlas of the World’s Languages in Danger), la Lengua de Señas Maya Yucateca se encuentra en “peligro extremo”.
Le Guen explica que debido a que las lenguas de señas emergentes son nuevas, sufren grandes y rápidos cambios. Plantea que, en el caso de Chicán, existen cambios para expresar concordancia verbal, lo cual se nota entre la primera y la segunda generación de sordos.
Exclusión fuera del pueblo
La vida en Chicán es incluyente, porque las personas sordas puedes comunicarse con fluidez con toda la comunidad, pero cuando deben salir o cuando vienen las enfermedades empieza el problema, porque se cierra la comunicación. El mundo de silencio se profundiza cuando no hay entendimiento con las manos. Incluso pueden ser maltratados por quienes no entienden la discapacidad invisible.
En un país de más de 120 millones de habitantes no hemos podido socializar la Lengua de Señas Mexicana, mucho menos la Lengua de Señas Maya Yucateca. Aprender un idioma es más que tomar un curso, para manejarlo de manera fluida es preciso estar en contacto con la comunidad hablante. En la comunidad de Chicán todos hablan LSMY y las personas sordas pueden ir a la milpa, a comprar su carne, a la iglesia, al mercado y con sus amigos, pero fuera de allí, el sueño se trunca.
Este mismo fenómeno social ha ocurrido en la comunidad que habla la lengua de señas de Urubú-Kaapor en Brasil, en la isla de Martha’s Vineyard en Estados Unidos, en la Aldea de Adamorobe en Ghana y en la Isla de la Providencia en Colombia. Algunas, como la lengua de señas Martha’s Vineyard (MVSL), han disminuido considerablemente el número de sus hablantes, convirtiéndose en lenguas en peligro de extinción.
Sin embargo, hay incontables variaciones de la lengua de señas en comunidades pequeñas como la población de Nohkop, un barrio del municipio de Chemax a 200 km de Chicán en donde algunas de las palabras del vocabulario de la LSMY varían, tal y como sucede con las variantes del español y lenguas originarias.
En Guatemala, donde se hablan lenguas de las familias maya, xinka y garífuna, hay por lo menos dos lenguas de señas conocidas, además de las llamadas “criollas” que surgen en comunidades más pequeñas.
En México se ha reportado la existencia de al menos tres lenguas de señas. La lengua más extendida, de uso en todo el territorio del país, es designada como Lengua de Señas Mexicana. Está la Lengua de Señas Maya Yucateca y otra forma de señas en el pueblo purépecha en Michoacán. En la frontera norte de México las personas sordas tienen facilidad para comunicarse en Lengua de Señas Americana (American Sign Language o ASL), además de que aprenden un poco de LSM.
En el Censo de 2010 se reporta que en México viven 694,451 personas con problemas de audición, aunque no existen cifras oficiales sobre el número de personas que puedan usar una lengua de señas. Thomas Smith-Stark (1986, citado por Cruz-Aldrete, 2008:158) calculó la población usuaria de LSM en 87,000 personas (basado en cálculos hechos a partir del Censo de 1980). Una cifra más reciente es ofrecida por Boris Fridman Mintz (2001, citado por Cruz-Aldrete, 2008:159, quien propone que los usuarios nativos de LSM pueden ser entre 49,000 y 195,000 personas. La Federación Mexicana de Sordos estima esa población en 300,000 personas.